Son dos los tipos de contingencias que enfrentamos los contribuyentes con las empresas fantasma: uno, que no tenemos certeza plena de si nuestros proveedores o prestadores de servicios están o algún día estarán listados por el SAT como factureras; y otro, que si las autoridades fiscales las publican como tales, nosotros pagamos los platos rotos: ISR e IVA, más actualización, recargos y multas.
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